martes, 18 de agosto de 2009

MIS CLASES DE FILOSOFÍA, tema 4

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Tema 4. ¿Qué es el hombre? Evolución y hominización. El homo sapiens
El ser humano desde la antropología, la etnología y la paleontología. Naturaleza/Cultura

1. Conducta humana y conducta etológica
1.1. Conducta humana e instituciones

2. ¿Qué es el hombre?
2.1. El espacio antropológico

3. Historia de la teoría de la evolución
3.1. Del fijismo al evolucionismo
3.2. La taxonomía de las especies
3.3. Lamarckismo y darwinismo
3.4. Los desarrollos neodarwinistas y de la teoría sintética

4. La teoría de la evolución
4.1. De la evolución cosmológica a la zoológica
4.2. De los primates al homo sapiens.
4.2.1. De los homínidos al género homo
4.2.1.1. Diferencias hominizadoras notables entre australopithecus, habilis, erectus, neandertales y sapiens
4.2.2. El género homo: su cultura y su técnica
4.2.3. El homo sapiens y las especies próximas
4.2.4. ¿Qué es, entonces, el hombre?

5. Naturaleza/Cultura

Anexo I. La evolución humana. Profundización

ACTIVIDADES


1. Conducta humana y conducta etológica
El ser humano despega de la pura conducta etológica no sólo porque accede a una peculiar psicología propia de unas facultades más inteligentes sino porque, sobre todo, ha creado históricamente una plataforma cultural en la que cada generación se inserta a un determinado nivel muy humanizado ya.
El homo sapiens sin sociedad, aislado totalmente, no puede ser sino una «fiera» con una inteligencia peculiar, como lo demuestran los casos de niños ferinos. Como una hormiga que ha de vivir fuera de un hormiguero pierde sentido o como una abeja sola no podría fabricar miel, un ser humano recluido en su individualidad perdería su humanidad. No basta sólo la conformación biológica en el caso de muchos animales sociales. Pero la diferencia entre los animales sociales, en general, y el ser humano reside en determinados componentes exclusivos que caracterizan la vida en sociedad humana: el lenguaje articulado (segunda articulación), la conducta normada y no meramente pautada, y la vida social donde se desarrollan no ya sólo ritos zoológicos estereotipados (apareamiento…) sino ceremonias (la caza cooperativa, la cocina según recetas, un funeral…) que se transmiten en una tradición y finalmente en forma histórica. Los animales no tienen historia y aunque utilizan algún tipo de lenguaje, éste no llega a alcanzar la segunda articulación que es la que permite un lenguaje y un pensamiento capaz de «universalidad semántica», por la que podemos transmitir información sobre aspectos, propiedades, lugares o acontecimientos del pasado, presente o futuro, reales, posibles o imaginarios, y sin que se agote la capacidad de productividad lingüística.

1.1. Conducta humana e instituciones

La línea que separa la acción humana de la conducta animal no es un hiato abismal, sino que se ha producido en el proceso de una evolución divergente de, pongamos, al menos cinco millones de años. En ese proceso distanciador se ha estabilizado en la conducta humana un fenómeno que no se da entre los chimpancés, nuestros «parientes» más próximos: las instituciones. Sólo la cultura humana y sólo el poder político humano se tejen a través de instituciones que son consustanciales a su modo de vida. Las instituciones son formaciones culturales que organizan las relaciones sociales, empezando por la institución más emblemática: el lenguaje articulado. Todas las herramientas, instrumentos, conceptos, modas, costumbres, valores..., así como un ayuntamiento, una ley, un parlamento, un museo... son instituciones.
El lenguaje, las normas, las ceremonias, los saberes, los objetos culturales de todo tipo, que son todos ellos instituciones, separan claramente la conducta animal del comportamiento humano en general. Los ritos, las conductas pautadas y ciertos aprendizajes estables en los animales pudieran ser considerados como «instituciones animales», sin embargo: los ritmos, la versatilidad, la historicidad, el campo infinito de construcciones posibles y la efectiva continua recreación de las instituciones humanas frente a las pretendidas «instituciones animales» (cortejo, madrigueras, nidos, lenguaje animal, cuidado y entrenamiento de las crías…) señala una diferencia cualitativa de tal nivel que ha de invitarnos a hablar propiamente de pautas animales frente a instituciones humanas. El ser humano conserva, por su parte, al lado de su actividad institucional y normada, todo el bagaje precedente de pautas y conductas rígidas propias de los animales en general: desde la evitación de la caída, por ejemplo, hasta restos del cortejo sexual propio de los mamíferos o de los primates.
Esta unión con los animales y a la vez estas diferencias esenciales pueden ser desde el siglo XIX mucho mejor comprendidas, a partir de la teoría de la evolución.

2. ¿Qué es el hombre?

La respuesta afinada a esta cuestión: ¿qué es el hombre?, ha de articularse conjuntamente desde la antropología filosófica y desde la teoría de la evolución.
Kant ha acertado a formular una idea muy repetida desde entonces: todas las cuestiones que la filosofía trata de dilucidar se resumen en una sola: ¿qué es el hombre? La filosofía se pregunta: ¿qué puedo saber, qué debo hacer y qué me cabe esperar?, pero en definitiva todas llevan a la primera y última cuestión: ¿qué y quién soy yo?
Aparte de la evidente adherencia psicológica de este planteamiento, subyace a este problema central de la pregunta por el hombre un principio fundamental: el principio antrópico. Toda medida, toda referencia y todo contenido está hecho siempre desde la dimensión de lo humano. No se trata de un principio antrópico fuerte (o exagerado), según el cual todo el cosmos apuntaría hacia el hombre como a su centro y culmen. Se trata de un principio gnoseológico generalísimo según el cual constatamos, dicho metafóricamente, que: «es imposible conseguir que nuestra sombra no nos siga».
Cada sistema filosófico elabora su propia respuesta a la pregunta sobre el ser humano. Desde un enfoque espiritualista o teísta la respuesta estará determinada por la religación a un Dios o por una realidad de distinta entidad a la materialidad mundana. Desde un enfoque materialista la respuesta habrá que extraerla de la misma inmanencia de las cosas del mundo. Sea como fuere, todas las opciones filosóficas habrán de partir y volver, como a su punto de anclaje, a la teoría de la evolución, que es una teoría científica y no una mera hipótesis teórica; por ello, posturas aparentemente críticas, como las de los Testigos de Jehová o los mormones, que niegan la evolución de las especies, representan en realidad, con los datos que hoy tenemos, posicionamientos irracionales.

2.1. El espacio antropológico

El espacio en el que el hombre puede ser investigado, estudiado y comprendido (en una determinada medida) podemos plantearlo en función de las relaciones que le es posible establecer a ese ser humano. Así, hablaremos (tomando la clasificación del materialismo filosófico) de un espacio antropológico constituido por tres ejes: radial, circular y angular.
Eje radial. El eje radial representa el conjunto de relaciones que le es posible establecer al hombre con la naturaleza (relaciones hombre-naturaleza: H-Na). Son relaciones que se ajustan al principio causa-efecto.
Eje circular: El eje circular representa el conjunto de relaciones que le es posible establecer recíprocamente en la propia sociedad de hombres en que necesariamente vive (relaciones hombre-hombre: H-H). Son relaciones que se constituyen fundamentalmente, además de ajustadas al principio causa-efecto, como relaciones simétricas y transitivas. Por la negación de las relaciones asimétricas son posibles del mismo modo las relaciones asimétricas.
Eje angular. El eje angular representa el conjunto de relaciones que todavía puede establecer el hombre y que no están contenidas ni en el eje radial ni en el circular. Además de entidades naturales (bosque, volcán, fuego, río, alimento…) y de otros sujetos humanos, desde el paleolítico el homo sapiens (y según parece otras especies colaterales, ahora extintas) viene relacionándose con entidades numinosas, con númenes. Estos númenes fueron institucionalizados en primer lugar (según los datos con los que contamos) en algunos animales (animales numinosos) y posteriormente fueron siendo transferidos a otras realidades hasta situarlos en los cielos, dando lugar a los dioses politeístas, para finalmente de ahí surgir un Dios todopoderoso, creador y único que se conformaría en el cauce de la tradición religiosa de los monoteísmos. Este Dios representa la original idea de numen elevado a su máxima potencia (relaciones hombre-numen: H-Nu). Encontramos aquí relaciones de dependencia asimétrica constitutiva: en el mundo simbólico en que el homo sapiens va configurando (por la extensión y profundización de su lenguaje, obligadamente) a los animales como animales numinosos (animales con los que se relaciona realmente, esto es, naturalmente), las relaciones que se establecen entre ambos quedan gobernadas por una constitutiva asimetría, en virtud de la cual la vida del grupo de humanos dependerá en alguna medida de la voluntad de estos númenes. El modo cómo el protohombre hará frente a esta dependencia asimétrica constitutiva será a través de la creación de una nueva institución: la religión (primero como religión primaria).
Partiendo de este espacio antropológico habrá que decir, entonces, que el ser humano actual es fruto de una transformación evolutiva que le llevó desde el animal del género homo en el que está comprendido taxonómicamente, desde el protohombre que era, al ser humano que ahora es. Evolución que hay que entender en el sentido del proceso de la hominización y también en el de su progresiva y acumulativa culturización.
¿Prescinde, entonces, un ateo actual del eje angular? No, porque el eje angular sigue siendo preciso para situar en él: 1º) nuestra historia evolutiva como humanos, y, por tanto, como sujetos religados a los númenes; 2º) cualquier relación posible o real con entidades que no sean humanas ni estrictamente radiales, como pudieran ser criaturas extraterrestres (dotadas de inteligencia y voluntad, enfrentadas de algún modo a nosotros); 3º) todas las refluencias, contagios y derivaciones de los númenes religiosos que vemos rebrotar en nuestro presente y aposentarse en cierto trato especial con animales domésticos o festivos (como en la fiesta de los toros)… y hasta, diríamos, (como hipótesis de trabajo), ciertas «vivencias estéticas» que nos ponen en relación con nuestros propios productos culturales.

3. Historia de la teoría de la evolución
3.1. Del fijismo al evolucionismo


Antes de que surgiera en el siglo XIX la teoría de la evolución y de que en el siglo XX se fijara como teoría científica (con innegables identidades sintéticas, y a pesar de que queda un gran camino por recorrer y de que hay muchos aspectos sujetos a discusión), la explicación del orden, regularidad y belleza del mundo se atribuía a algún Dios. La Biblia, en el libro del Génesis, da constancia de ello, además de innumerables mitos de las religiones politeístas en los que aparecen dioses creadores o demiurgos.
En el paso del siglo XVIII al XIX vamos a ver erosionarse el modelo fijista para dar lugar al evolucionista, por la mediación de una postura intercalada: el transformismo. Del fijismo de Linneo y Cuvier, a través del transformismo de Buffon, veremos aparecer las nuevas tesis evolucionistas: las de Lamarck y Darwin.

El siglo XVIII fue el tiempo de transición entre un modelo predominante y otro, entre el fijismo creacionista y la teoría de la evolución. En paralelo al gran desarrollo de las ciencias naturales, a la inspección geológica y mineralógica, que potenció el coleccionismo y la clasificación botánica y zoológica, además del interés recrecido por los fósiles (fenómeno para el que no había una explicación clara; aunque ya el médico danés Nicolaus Steno (1638-1686) había considerado a los fósiles animales muertos un siglo antes), van a desarrollarse concepciones pre-evolucionistas: transformistas, de la mano de Maupertuis y sobre todo de Buffon. Georges-Louis Leclerc, conde de Buffon (1707-1788), compuso su Historia natural, general y concreta (quince volúmenes publicados entre 1749 y 1767), donde planteó una cierta transformación de unas especies en otras (de carácter más bien degenerativo) y, frente al cómputo basado en la Biblia de que el mundo tenía desde su creación 4.004 años antes de Cristo, propuso basándose en sus investigaciones como naturalista la cifra de 74.000 años, aunque según parece había llegado a una cifra aún mucho mayor (tres millones de años), que seguramente no se atrevió a defender. La idea transformacionista ya se había sugerido previamente, y, así, un precedente ilustre de Buffon es Leibniz, quien a finales del siglo XVII había planteado la transformación de los animales marinos en animales terrestres, especulando con la teoría de que las aguas habían ocupado al principio toda la tierra.

Los fósiles fueron interpretados definitivamente por Georges Cuvier (1769-1832), dentro de la ciencia que él fundó: la paleontología, como restos de animales conservados en las rocas. Pero Cuvier, frente a Buffon y al evolucionista Lamarck, no es partidario ni de las tesis transformacionistas ni menos de las evolucionistas e interpreta los restos fósiles como animales desparecidos a consecuencia del diluvio universal.

3.2. La taxonomía de las especies

Antes de que aparecieran con vigor las teorías evolucionistas, Linneo (1707-1778) llevó a cabo una clasificación muy exhaustiva (para la época) de las especies vegetales y animales, en su Systema naturae, aplicando un método taxonómico basado en las semejanzas y las diferencias, lo que llevó al naturalista sueco a agrupar a los individuos jerárquica y sucesivamente en: especies, géneros, órdenes y clases, hasta llegar a los reinos, que para Linneo serían los animales, vegetales y minerales.
La ciencia actual mantiene esta taxonomía (que nació dentro del modelo fijista), pero enriquecida y corregida, dentro de la perspectiva evolucionista, así: especies, géneros, familias, órdenes, clases, philum, reinos (cinco reinos: moneras, protoctistas, hongos (reino fungi, el último descubierto), vegetales y animales. Los minerales no encajan aquí, tampoco los virus puesto que sólo hacen copias de sí mismos por mediación de una célula y no se nutren ni se relacionan con el medio). Se intercalan, además, entre estas divisiones generales otros criterios como: subfilo, superclase, infraclase, suborden, superfamilia, subespecie... Así, la definición taxonómica del hombre sería «animal vertebrado mamífero primate homínido homo sapiens», y más concretamente: reino: animal; philum: cordados (con notocordio); subfilo: vertebrata (con espina dorsal), superclase: tetrápoda (cuatro patas), clase: mammalia (mamíferos), subclase: theria (crías fetales); infraclase: eutheria (alimentados en el útero); orden: primates; suborden: antropoidea (monos, simios y pre-humanos antropoides); superfamilia: hominoidea (simios y pre-humanos hominoides); familia: homínidos (sólo nuestra especie se conserva); género: homo; especie: homo sapiens (al menos Neandhertal y Cro-Magnon); y algunos han distinguido la subespecie: homo sapiens sapiens (hombre de Cromagnon). Una especie se define como un grupo de población con capacidad reproductiva entre sí.

3.3. Lamarckismo y darwinismo

El fijismo de Linneo, de Cuvier y de toda la inmensa tradición multisecular anterior, e incluso el mero transformismo, empezó poco a poco a derrumbarse a partir de las ideas de Jean Baptiste de Lamarck (1744-1829) y de Charles Darwin (1809-1882). La idea evolucionista se había estado prefigurando en el ambiente del cambio de siglo y podemos ver cómo el gran literato Johann Goethe (1749-1832), dedicado también a la botánica, plantea ya la evolución de las plantas. El filósofo Friedrich von Schelling (1775-1854) especula con una ley de desarrollo de la naturaleza en general. La teoría evolucionista toma relieve cuando, en 1800, Lamarck, profesor del Museo de Historia Natural de París, propuso una nueva teoría sobre el origen de los seres vivos basada en la evolución desde los organismos simples a los más complejos (tendencia a la progresión) y articulada sobre una segunda fuerza evolutiva, basada en la necesidad de adaptarse al medio ambiente, que provocaría que ciertos caracteres desarrollados individualmente se fueran transmitiendo luego por herencia. Se hizo proverbial el ejemplo de la jirafa: el continuo estiramiento para ramonear en las hojas de los árboles le llevaría al estiramiento de ese cuello característico tan alargado. El mendelismo y el neodarwinismo posterior demostrarían que esta hipótesis de transmisión de la herencia no era la correcta. La teoría empezó a tener seguidores aunque todavía predominaban los embates y las críticas procedentes de los fijistas.

Darwin, después de:
1º) su famoso viaje en el Beagle alrededor del mundo entre 1831 y 1836,
2º) e influido por las ideas de Malthus (1766-1834), que predijo el crecimiento exponencial de la población y el problema subsecuente del número de habitantes humanos previstos, excesivos para los recursos disponibles,
3º) los datos sobre la selección artificial en la cría de animales domésticos, y
4º) los múltiples datos del coleccionista y naturalista que recopiló, estará en condiciones de proponer una nueva teoría de la evolución basada en la selección natural de las especies: en el transcurso de grandes periodos de tiempo sólo las especies mejor adaptadas al medio sobrevivían. Cuando en 1859 publica El origen de las especies, un naturalista de tan solo 36 años, Alfred Russel Wallace (1823-1913), ya había contactado en los meses anteriores con Darwin para comunicarle sus hipótesis sobre una teoría evolutiva muy próxima a la darwiniana. Después de unos treinta años de gestación, el darwinismo hubo de darse prisa en publicar sus hallazgos, si pretendía ser el pionero. Su gran logro en el desarrollo de la teoría de la evolución fue el haber reunido una tal multitud de pruebas que le dieron la consistencia que precisaba. Darwin defendía, en definitiva, en su teoría que se producían variaciones en los individuos de una especie, que se da una lucha por la existencia y una selección de los mejor adaptados y que los pequeños cambios acumulados y transmitidos por herencia acaban dando lugar a otra especie.

3.4. Los desarrollos neodarwinistas y de la teoría sintética

Ciertos desarrollos posteriores conocidos con el nombre de «neodarwinismo» (Weismann…) llegarían a excluir en la herencia los caracteres adquiridos. Hugo de Vries desarrolló la idea de la aparición repentina de nuevos caracteres e introdujo la idea de evolución por saltos bruscos, restando total importancia a la adaptación darwiniana al medio. El problema quedaría definitivamente bien encauzado con los descubrimientos de la genética.

Así pues, no estaba perfectamente claro cuál era el mecanismo de transmisión en la herencia. Algunas líneas de investigación externa al problema de la evolución natural, empezaron a forjarse en el siglo XIX, lateralmente. El agustino Gregor Johann Mendel (1822-1884) investigaría con guisantes en la huerta de su monasterio y descubriría las llamadas más tarde «leyes de Mendel»: las formas posibles de transmisión de los caracteres hereditarios, resultado de la contribución de dos organismos sexuados que se cruzan. Estos caracteres acabarán siendo los genes de la moderna genética, ciencia que nace a principios del siglo XX.

La genética introducirá definitivamente la categoría de mutación. La evolución no avanza a saltos bruscos sino por la acumulación gradual de múltiples mutaciones, que se operan en el interior de la molécula del ADN. La evolución es, así pues, fruto de la acumulación de errores en la copia del ADN.

Por su parte, Teilhard de Chardin (1881-1955) propondrá una síntesis de las teorías evolucionistas y el creacionismo cristiano: el proyecto divino se gesta según el modelo evolutivo.

Las conclusiones sobre la teoría de la evolución que pueden mantenerse hoy son:
1) Se trata de una teoría científica, aunque cargada en su contexto de descubrimiento de múltiples puntos oscuros y de hipótesis contrarias.
2) El mecanismo evolutivo se basa en la mutación de los genes.
3) En las subpoblaciones pasa a tener un valor primordial el pool de genes (conjunto de todos los genes de una población determinada), de manera que el azar mutacional y la deriva genética marcan la selección de los alelos (las variantes de los genes) más acordes con el medio.
4) El mecanismo evolutivo se coordina con la especiación o separación de una población en dos o más hasta un punto en que no pueden ya cruzarse reproductivamente, y, entonces, su evolución respectiva pasa a ser independiente.
5) Es factible que el mecanismo de la evolución funcione siguiendo la teoría de los «equilibrios punteados» (largos periodos de equilibrio de una especie sometida a cambios bruscos y determinantes), defendida por N. Eldredge y S. J. Gould.
6) La escala en la que encaja el complejo proceso evolutivo requiere varias planos a la vez: a) el del interior de la molécula de ADN, b) el de las relaciones de un organismo con los demás de su entorno y c) el de la dependencia general de cada especie respecto de las condiciones globales del planeta: yendo de las poblaciones y comunidades a los ecosistemas, biomas y a la biosfera. Esta escala tan interrelacionada de azar y determinismo es en la que la que hay que situarse para comprender todo el hecho evolutivo.
7) La evolución de las especies animales está inmediatamente ligado a la evolución de las plantas y ellas dos a la interacción evolutiva de la materia en la secuencia que va de la célula a la macromolécula, a la proteína y a las moléculas más comunes de la materia inerte.
8) En la disputa entre el lamarckismo y el darwinismo, ganada por este último, hoy hay que reconocer, con todo, que la intuición principal del lamarckismo (la transmisión de caracteres adquiridos) se ha recuperado de algún modo, por otro camino, a través de la constatación de las transformaciones epigenéticas: la epigénesis trata de los cambios reversibles del ADN que hace que los genes se expresen o no dependiendo de condiciones externas.

Las principales conclusiones de Darwin mostraron con el tiempo, de este modo, su potencia y acierto. Y, curiosamente, en el transcurso del desarrollo de la teoría de la evolución, hasta llegar a la teoría sintética de la evolución en el siglo XX, especialmente a partir de finales del siglo XIX, cobró una gran importancia teórica el tema del racismo, de la desigualdad esencial de unas razas respecto de otras y de la superioridad de ciertas razas: hoy las investigaciones científicas han mostrado la gran probabilidad de que la especie humana proceda de un único grupo de irradiación desde África, la gran proximidad genética con nuestro pariente más próximo, el chimpancé, un código genético prácticamente idéntico para toda la especie humana con una gran variedad de alelos (al menos una tercera parte de los genes tienen alelos diferentes) que son los responsables de las diferencias externas más visibles.

4. La teoría de la evolución
4.1. De la evolución cosmológica a la zoológica


La cosmología moderna propone hoy como una hipótesis muy extendida que el universo actual habría surgido fruto de una gran explosión inicial (Big bang) hace entre 13.000 y 15.000 millones de años. La astrofísica confirma con continuos datos que el universo en su conjunto está en expansión constante.
En este universo en expansión el planeta Tierra se habría formado hace unos 4.500 millones de años (m.). La vida sobre la tierra habría aparecido hace 3.700 m. y las primeras células en forma de bacterias (procariotas) en los océanos cuando aún no se había formado la atmósfera terrestre. Serán las bacterias que introduzcan la fotosíntesis las que producirán nuestra atmósfera. En este nuevo contexto, hace 1.500 m. surgió la célela eucariota, con un núcleo que se forma en el interior del citoplasma. Entre 1.000 y 700 m. se fija la aparición de los organismos pluricelulares compuestos de células especializadas para nutrirse, desplazarse y reproducirse, como sucede en las esponjas, las medusas y los gusanos planos. Todo esto sucedió durante el Precámbrico (4.500-570 m.).
Tras el Precámbrico, la era Primaria o Paleozoico (570-235 m., con sucesivamente el: Cámbrico, Ordovícico, Silúrico, Devónico, Carbonífero y Pérmico); después la era Secundaria o Mesozoico (235-65 m., con sucesivamente el: Triásico, Jurásico y Cretácico); a continuación la era Terciaria o Cenozoico: 65-2 m., con el Paleógeno (subdividido en Paleoceno, Eoceno y Oligoceno), el Neógeno (subdividido en Mioceno y Plioceno) y el Cuaternario, con el periodo Pleistoceno, desde hace 2,5 m. de años, y el Holoceno, en el que nos hallamos.

Los dos últimos periodos geológicos, el Pleistoceno y el Holoceno, han discurrido a través de las edades marcadas por la culturas de la piedra: el Paleolítico (inferior, medio y superior), el Mesolítico y el Neolítico, para dar paso a las edades de los metales (Cobre, Bronce, Hierro) en el momento en que con la aparición de la escritura trazaremos la línea divisoria entre la Prehistoria y la Historia. El Holoceno (actual época geológica) señala los tiempos actuales a partir de la última glaciación, hace unos 11.700 años, cuando la megafauna precedente (mastodontes, mamuts, tigres con dientes de sable, perezosos gigantes, aves gigantes…) ha desaparecido y cuando Gran Bretaña se separó de Europa, entre otras remodelaciones geográficas. El principio del periodo geológico en que nos hallamos (el Holoceno) viene a coincidir con el final del Paleolítico. El Paleolítico abarca todo ese periodo de tiempo a partir del cual algunos homínidos empiezan a utilizar como herramienta la piedra tallada (rasgo característico que señala el paso de los homínidos al género homo) y discurrió desde hace 2,5 millones de años hasta el mesolítico, hace unos 10.000 años. El Paleolítico superior comprende la última parte, desde hace unos 33.000 años a. C., época en la que irán desapareciendo las otras especies colaterales al homo sapiens.

Entre el Cámbrico y el Paleolítico, es decir, entre el comienzo de los tiempos fosilíferos y la aparición de homínidos pre-humanos, veremos sucederse los siguientes grandes hitos evolutivos: hacia el comienzo de la era Primaria, hace unos 600 m. tiene lugar la expansión de los invertebrados. Los primeros vertebrados, peces, aparecen hace unos 500 m. Los anfibios desde hace 327 m., los reptiles desde los 220 m. (que se sitúan en el comienzo de la era Secundaria) y los mamíferos desde hace 200 millones de años.

Unos reptiles característicos evolucionados, que dejaron de reptar, fueron los dinosaurios, principales habitantes de la tierra, del mar y del aire durante más de cien millones de años, hasta que hace alrededor de 65 m. de años desaparecieron. Estamos en el inicio de la era Terciaria, y los mamíferos, que habían estado ocupando nichos ecológicos residuales, experimentan una gran diversificación justo coincidiendo con la extinción de los dinosaurios.

4.2. De los primates al homo sapiens
El humano junto con los grandes simios, los monos, los lemúridos, los loris y los társidos son los actuales vivientes que proceden del tronco del orden de los primates, aparecidos aproximadamente hace 65 m. de años. Los monos pueden situarse hacia 36 m. y hace unos 18 m. podemos datar a los hominoideos, entre los que podemos citar a uno de los prehomínidos característicos: el Ramapithecus (14-12 m.). De la superfamilia de los hominoideos deriva la familia de los homínidos, hace entre 6 y 5 millones de años. La superfamilia hominoidea comprende la familia de los hilobátidos (gibones o simios menores) y la de los hominidae u homínidos. Entre estos últimos, el hombre, el orangután, el gorila, el chimpancé y el bonono, además de todos los que se extinguieron: paranthropus, australopithecus y múltiples géneros homo.

La deriva de las placas tectónicas ha sido la causante de la actual conformación de los continentes, y durante la evolución de los primates se fijó la actual separación, entre otras remodelaciones geográficas, de África y América. De este modo, los primates de América del sur evolucionan hacia los monos platirrinos: con tabique nasal ancho, mientras que en África aparecen los catarrinos: con los agujeros de la nariz hacia abajo. Son los catarrinos los que evolucionarán hacia los hominoideos.
Entre los primates y los hominoideos hubo varias encrucijadas significativas en nuestra evolución. Entre ellas, primero nuestro tabique nasal situó sus orificios hacia abajo, nos hicimos catarrinos y luego nuestra cabeza dejó de ser cinocéfala (cabeza u hocico de perro) y perdimos el rabo, es decir, dejamos de ser cercopitecos.

4.2.1. De los homínidos al género homo

Entre los homínidos hasta la fecha conocemos que hace 5,5 millones de años existía el Ardipithecus ramidus, de donde posteriormente el Australopithecus anamensis desde hace unos 4,5 m., a partir del cual podemos comprobar el primer bipedismo parcial (4,2 m.) y desde donde se dibujan varias líneas evolutivas diferentes, la del Australopithecus afarensis (que vivió hace 4 m.), la del Australopithecus africanus (vivió hace 3 m.) y la nuestra (aún por precisar). Del afarensis derivó el Paranthropus aethiopicus, y de éste los Paranthropus robustus y boisei, los cuales se extinguieron hace 1 millón de años. Nuestra rama filogenética, desde el Australopithecus anamensis, dará lugar después de más de dos millones de años a una forma de género homo. Conocemos por restos paleoantropológicos al Homo habilis (vivió hace 2,5 m.), al Homo rudolfensis (vivió hace 1,85 m.), al Homo ergaster que vive desde hace aproximadamente 1,8 millones de años y en el cual se inscribe nuestra línea evolutiva, y al Homo erectus (vivió desde aproximadamente 1,5 m. y se extingue, se cree, hace 100.000 años), que parece derivar de la primera salida de África del ergaster. Del homo erectus parece derivar el recientemente descubierto, en la isla indonesia de Flores, Homo floresiensis, de muy pequeña estatura y que habría desaparecido hace tan solo 13.000 años. El ergaster da lugar al Homo antecessor que vivió hace algo más de 1 m., del cual surge una línea que diverge de la nuestra: Homo heidelbergensis y de éste el Homo neanderthalensis, y otra línea que lleva a nosotros: el Homo rhodesiensis y de éste el Homo sapiens, hace unos 200.000 años.
Los prehomínidos de hace 13 millones de años vivían en los árboles. Desde entonces varios puntos de inflexión van a ir marcando nuestra deriva filogenética: el bipedismo o la locomoción bípeda que se alcanza hace unos 6 m. El bipedismo se hizo perfecto y se acompañó de la total liberación de las manos, lo que nos aleja de los póngidos y los pánidos. De ahí la fabricación de herramientas, la caza y la recogida de alimentos potenciada. La alimentación se diversifica, las mandíbulas se transforman, el volumen craneal se va desarrollando paso a paso… Hace 2,5 millones de años un homínido va a operar el tránsito al género Homo cuando llega a fabricar las primeras toscas herramientas, que utiliza para cazar y descuartizar a los animales: el Homo habilis. Las técnicas líticas se van desarrollando y diversificando: hachas bifaces y otros instrumentos líticos. La mejora de la dieta y la ingesta de proteínas ayudan al desarrollo cerebral. El Homo ergaster es el primer homínido que sale de África y que se extiende por Asia y Europa. Hace unos 400.000 años se empezó a controlar el fuego, probablemente de la mano del Homo erectus. Los Homo ergaster que permanecieron en África darán lugar al Homo antecesor, el cual emigra a Europa y evoluciona hacia el Homo heidelbergensis, que domina el fuego con seguridad, es carnívoro con conductas de caza cooperativa y antepasado de los neandertales. El Homo antecessor que no abandonó África, convertido hace 600.000 años en Homo rhodesiensis, evoluciona hacia el Homo sapiens. Éste desde África colonizará la tierra entera desde hace al menos 50.000 años, a lo largo de una prolongada fase migratoria: Asia y Europa, luego Oceanía y finalmente, por el estrecho de Bering, habría pasado a América, hace unos 20.000 años.

La especiación que se opera con los homínidos (base imprescindible para que de ahí pueda surgir el género Homo) tuvo que ver con al menos los siguientes factores: a) la transformación de sus piernas y pies con la bipedestación; b) la liberación de las manos y la mejora del músculo tenar del pulgar; c) la transformación de la cadera en correlación con el cuerpo erguido; d) la columna vertebral que se curva en la región lumbar y que se une al cráneo con una nueva orientación del foramen mágnum; e) en el cráneo disminuye el prognatismo de las mandíbulas, se redondea y se aumentan los centímetros cúbicos intracraneales. Estos cambios morfológico-anatómicos son componentes imprescindible en el llamado proceso de hominización, el cual cabe ser completado con el que propiamente añade la cultura o proceso que puede ser llamado humanización. El lenguaje humano no hubiera aparecido, por ejemplo, de no haberse operado unas transformaciones anatómicas (hominización) determinadas: la posición relativa en el tracto respiratorio de sus partes componentes (nariz-boca-lengua-faringe-laringe y cuerdas vocales) que diverge de la de los primates más parecidos y que posibilita nuestra expresión hablada, junto con el desarrollo de las áreas de Broca y Wernicke en el cerebro. El área de Broca está muy comprometida en la elaboración de palabras: produce el habla. El área de Wernicke, en interrelación con la de Broca, está muy comprometida en la comprensión y decodificación de los sonidos lingüísticos.
En el nombre de Homo habilis se ha querido patentizar su habilidad para fabricar herramientas, en el Homo erectus la cualidad de andar erguido (que posee también el habilis), en el Homo ergaster su producción masiva y refinada de herramientas (ergaster: trabajador) y en el Homo antecessor se pone de relieve su cualidad exploratoria (antecessor: el que va por delante y explora).

4.2.1.1. Diferencias hominizadoras notables entre australopithecus, habilis, erectus, neandertales y sapiens

El Australopithecus (500 cm³) es un homínido que no es todavía totalmente bípedo. Tiene una mandíbula muy prominente, arcos superciliares muy pronunciados y la frente muy huidiza. Su representante más conocido es Lucy una hembra de australopithecus afarensis de poco más de un metro.

El habilis (650-800 cm³) pertenece ya al género homo, medía en torno a 1,40 y tiene la frente menos huidiza, los arcos superciliares menos abultados, bípedo y es capaz de construir herramientas líticas.

El erectus (900-1.000 cm³) alcanza el 1,70 de estatura media y une a las características del habilis una columna vertebral mejor integrada en la posición erguida y una potenciación de la versatilidad de las manos.

El neandertal (1.500 cm³), con arcos supraciliares todavía prominentes y la frente algo huidiza, añade a las características anteriores un desarrollo apreciable de las capacidades intelectuales abstractas y de la complejidad de la vida en grupo.

Entre las características que diferencian al homo sapiens del neandertal (al neandertal también se le ha conocido como «homo sapiens», y en este caso, al Cro-Magnon del que derivamos se le atribuye la calificación de «homo sapiens-sapiens») es la gracilidad de su rostro por la mayor reducción de los rasgos salientes de los homínidos primitivos (mentón, supraciliares y frente) y su mayor inteligencia, aunque su capacidad craneana media pueda ser algo inferior.


4.2.2. El género homo: su cultura y su técnica

En los distintos géneros evolutivos de homo vemos aparecer distintas herramientas sujetas ellas mismas a un proceso de mejoría y evolución técnica. Se distinguen los siguientes modos técnicos: modo técnico I (cultura olduvaiense), modo técnico II (cultura achelense), modo técnico III (cultura musteriense) y modo técnico IV (cultura auriñaciense).
El modo técnico I (olduvaiense) surge como resultado de las excavaciones arqueológicas de Olduvai (África). Es la cultura propia del Homo habilis (600 cm³ de volumen craneal), que trabajó los choppers, cantos rodados trabajados por una parte con el fin de machacar y cortar. En el caso de que aún no fueran todavía cazadores, estas piedras las habría utilizado con la carroña.

El modo técnico II (achelense) se caracteriza porque las hachas de piedra están trabajadas por las dos caras (bifaces). Es la cultura propia del Homo ergaster que cuenta ya con un volumen craneal de hasta 900 cm³.

El modo técnico III (musteriense) se caracteriza por el uso de lascas (trozos pequeños extraídos del núcleo de la piedra) muy cortantes y laminadas, mucho más elaboradas que las bifaces y que por supuesto las primeras hachas toscas. Fueron los neandertales quienes consiguieron este progreso técnico cuando su volumen craneal llegó a alcanzar 1.500 cm³.

El modo técnico IV (auriñaciense) es el propio del Homo sapiens en el momento en que su cultura entra en contacto con la de los neandertales: junto a las lascas, esta cultura construye laminillas, raspadores, buriles, punzones y otros instrumentos líticos (cuarzo, cuarcita y sílex) fabricados para actividades muy especializadas y concretas; además vemos instrumentos trabajados en el hueso y el arte mueble, para la que se usa el marfil. El volumen craneal del sapiens es, de media, algo menor que el del neandertal, si bien más inteligente. Además del volumen importará, pues, el funcionamiento de las distintas áreas cerebrales y la perfección de sus múltiples conexiones. La cultura del homo sapiens ve aparecer también el arte rupestre.

4.2.3. El homo sapiens y las especies próximas

El homo sapiens y también el heidelbergensis y el neandertal empiezan a conocer los enterramientos. En la Sima de los Huesos de Atapuerca (Burgos) se ha descubierto la práctica funeraria más antigua, de hace 300.000 años, obra de los heidelbergensis. Los neandertales enterraban a sus muertos con un ceremonial elaborado y hace unos 25.000 años desaparecen después de haber dominado Europa durante 100.000 años sin conocerse la causa con precisión. El homo sapiens, que alcanza el nivel propio de la cultura auriñaciense, desarrolla un comportamiento asombroso: la pintura rupestre, de la que tenemos constancia existía ya hace 40.000 años, durante la última glaciación, con representaciones de animales, de figuras humanas y seres zooantropomorfos.
El control sobre el fuego, tan importante para la supervivencia y para la transformación de la dieta, es conocido, según parece, desde el Homo erectus. El lenguaje tal como lo reproducimos ahora, guiados por la conformación de los distintos restos paleoantropológicos, no habría sido posible hasta fecha muy temprana. Los más inmediatos al homo sapiens: el heidelbergensis, el neanderthalensis y el rhodesiensis tuvieron ya preparado el aparato fonador de manera muy próxima a la nuestra. Un reciente gen descubierto, clave en el desarrollo del lenguaje, es común a neandertales y sapiens. Los enterramientos, el cuidado de los enfermos, los lazos sociales y cooperativos muy fuertemente establecidos se han constatado especialmente a partir de los neandertales, aunque en el sapiens se expresan de manera relevante y singular. Ligado al arte rupestre de un sapiens muy avanzado en el paleolítico superior, podemos inducir, seguramente, los primeros indicios de religiosidad institucionalizada: lugares sagrados, hechiceros y númenes.

4.2.4. ¿Qué es, entonces, el hombre?

El homo sapiens actual, el hombre, el ser humano, es un primate: un mamífero con cinco dedos y una mano muy especializada. Es un homínido: un primate que camina erguido. Es el único superviviente del género homo: un homínido que desarrolla portentosamente el uso de herramientas, las técnicas, el lenguaje y la cultura. Es un homo sapiens que a través de un proceso de desarrollo cultural más y más intensivo ha construido mitos y religiones hasta llegar a las ciencias, la filosofía, la tecnología y un sentido estético simbólico. Es un ser humano que ha desarrollado la cualidad de constituirse a sí mismo en persona.

5. Naturaleza/Cultura

El par conceptual Naturaleza/Cultura ha venido considerándose, dentro de un enfoque filosófico espiritualista o idealista, como si fueran dos niveles de realidad tan distantes como la materia física (supuestamente inerte) y las entidades espirituales (supuestamente activas y autónomas). Pero ni la materia física es inerte (según sabemos por la física subatómica) ni los comportamientos «espirituales» son autónomos (no conocemos «espíritus» separados). E interpretando estrictamente la teoría de la evolución, la llamada «cultura» es una expresión más (nueva, eso sí) de la «naturaleza». Más, incluso: tomamos consciencia de eso que llamamos Naturaleza por mediación de los instrumentos culturales que un primate evolucionado ha desarrollado «naturalmente».

La relación Naturaleza/Cultura no ha de ser interpretada en un formato disyuntivo exclusivo: lo natural frente a lo cultural y viceversa, sino como una relación dialéctica entre ambas, donde ontológicamente la cultura es naturaleza y donde gnoseológicamente la naturaleza (su concepto) es cultura. Y visto desde una perspectiva evolutiva: la cultura puede ser interpretada como un «pliegue» singular de la naturaleza. Un pliegue que contiene muchos pliegues o diferencias, como pueden ser la visión estereoscópica y policromática, la inmovilidad de las orejas, la reducción del olfato, la pérdida de pelos táctiles, la gestación de una sola cría por parto como regla general y el gran y prolongado cuidado maternal de las crías... rasgos que el homo sapiens comparte con los antropoides, a los que se añade como rasgos propios la capacidad no sólo de manipular útiles sino de construir sus propias herramientas junto con un aumento de la capacidad craneana que va de los 400 cm³ del chimpancé a los 1500 cm³ del homo sapiens, y que le lleva de una «cultura» animal basada en pautas de conducta muy circunscritas a una cultura humana productora de una infinidad inagotable de instituciones culturales, entre las cuales el lenguaje doblemente articulado y, después, la escritura, son saltos cualitativos o «pliegues» de la naturaleza esenciales. Cultura compuesta por una sucesiva acumulación de instituciones que se sostienen gracias al desarrollo de una determinada inteligencia o conciencia. El biólogo inglés Steven Rose sugiere una ecuación que relaciona la aparición de la conciencia (C) con el número de neuronas no comprometidas de las áreas de asociación (n) multiplicada por sus posibilidades de interconexión (s): C = n x s. Aunque consideremos esta fórmula como una mera hipótesis tentativa, puede servir para indicar la unión entre la «cantidad» (naturaleza) y la «cualidad» (el salto cualitativo de la cultura), cundo consideramos que los grandes simios tendrían 3.500 millones de neuronas «libres» o no comprometidas; el australopiteco 4.300 millones, el homo habilis 5.400 millones, el homo erectus 7.000 millones y el homo sapiens 8.500 millones. A esta diferencia gradual de las neuronas «libres» hay que aplicar el porcentaje correspondiente al gran número de interconexiones del encéfalo humano notablemente superior a sus congéneres. De este modo, la capacidad ética, por ejemplo, no habría que extraerla de una capacidad «espiritual» o sentido humano para alejarse de la naturaleza (en la forma de superación de instintos o inclinaciones) sino en una capacidad «natural» que hemos desarrollado para poder discriminar entre el bien y el mal moral, valoración que lleva incorporada la discriminación entre lo más útil y lo menos útil según modulaciones muy finas y muy complejamente contextuadas.

Anexo I. La evolución humana. Profundización

(Los contenidos de este anexo están tomados del libro de texto Filosofía, 1º bachillerato, Eikasía editorial, 2004, tema 8, apartados 3-3.9. Autor del tema 8: Salvador Centeno Prieto. Coordinadores del libro de texto: Silverio Sánchez Corredera y Pablo Huerga Melcón).
1. El origen del hombre. La evolución humana
1.1. Clasificar: un modo de hacer ciencia

Un modo característico de hacer biología y antropología física es el uso abundante de clasificaciones. Es más, podríamos decir que las definiciones se resuelven en clasificaciones. Definir para un biólogo o para un antropólogo físico es, en cierto modo, clasificar. Y clasificar es disponer individuos según clases o grupos. Ahora bien, las clasificaciones se hacen siempre siguiendo un criterio. No obstante, no todos los criterios, evidentemente, aunque adecuados a ciertos propósitos, son científicos. Podemos clasificar, por ejemplo, todos los elementos químicos por sus colores o por su textura, pero eso no es una clasificación científica, sino puramente fenoménica, basada en meras apariencias. Las clasificaciones son científicas cuando clasifican esencias, no meras apariencias. En nuestro caso, entonces, si hemos de trabajar con definiciones y clasificaciones propias de la antropología biológica estas serán científicas cuando reproduzcan la teoría de la evolución, en concreto, su teorema fundamental, la selección natural.

Linneo (S. XVIII) fue el iniciador de este tipo de clasificaciones llamadas taxonomías, lo que ocurre es que él clasificaba a los seres vivos sin tener en cuenta que unas especies provenían de otras, es decir, su clasificación era estática y, por lo tanto, fijista y se basaba en meros aspectos fenoménicos. Nosotros, en cambio, vamos a introducir la idea de evolución, de tal modo que ahora no vamos a agrupar dentro del mismo taxón a aquellos animales que tengan características morfológicas similares, sino a aquellos que tengan el mismo antepasado común (razón por la cual serán similares). De este modo, se muy común definir al hombre como sigue: El hombre es un ser vivo perteneciente al reino de los animales, al filo de los cordados, al subfilo de los vertebrados, a la superclase de los tetrápodos, a la clase de los mamíferos, a la infraclase de los placentarios, al orden de los primates, al suborden de los antropoides, al infraorden de los catarrinos, a la superfamilia de los hominoideos, a la familia de los homínidos, al género homo y a la especie homo sapiens.

Sería excesivamente prolijo ir viendo cómo cada uno de esos taxones aporta algo a la naturaleza humana, empezaremos en los primates. Pertenecemos al orden de los primates, por eso compartimos con ellos muchas características. Pero, evolutivamente desde la aparición de los primates hasta el hombre el proceso ha sido largísimo y muy complejo. Nosotros, para que tengas una visión de conjunto, proponemos un esquema en forma de árbol o filograma. Lo único que tienes que hacer es seguir la «línea roja» hasta llegar al hombre.

Haremos un recorrido por ese esquema evolutivo fijándonos en los procesos más significativos lo que nos obligará a dar algunos saltos pero también desde el punto de vista gnoseológico a utilizar los resultados aportados por multitud de ciencias, la paleontología, la geología, la genética, la anatomía comparada, etc., pero, sobre todo, es necesario conocer los principios de la teoría de la evolución.

1.2. Primero los primates, después…

La aparición de los primates tuvo lugar hace unos 70 millones de años. África y Suramérica, unidas o muy cercanas, estaban repletas de grandes y densos bosques. Es el hábitat idóneo para la proliferación de unos pequeños mamíferos en su mayor parte nocturnos y sin grandes competidores pues los dinosaurios desaparecen en esta época. El representante fósil más antiguo de entre los primates se le conoce como el Purgatorius. Se le llamó así porque parece ser que fue «casi un infierno» extraerlo.

Desde 70 millones de años hasta hace entre 7 y 5 millones de años que aparece la familia de los homínidos (bípedos) tuvieron que pasar muchas cosas. Por ejemplo, se produjo la escisión entre los monos de Nuevo Mundo y del Viejo Mundo. Ésta fue consecuencia de la gradual separación de los continentes africano y suramericano, llegó un momento que fue imposible «saltar el charco». En África quedaron los monos catarrinos, de los que derivamos nosotros, que somos catirrinos, y en América del sur se desplegaron los platirrinos.

Hace unos 22 millones de años surgió la superfamilia de los hominoideos. Representantes fósiles como el Dryopithecus, el Procónsul o el Kenyapithecus revelan que su cara es mucho más reducida, ya no son cinocéfalos y han perdido la cola, ya no son cercopitecos. Todavía tienen el dedo oponible del pie, no son bípedos. Estos hominoideos, unos se extenderán por Asia dando lugar mucho después al actual orangután, y otros permanecerán en África, los cuales se escindirán en dos ramas, por una parte los homínidos, de los que desciende el hombre, y por otra, al género pan, es decir, al actual gorila y el chimpancé.

En todos estos procesos que hemos descrito hay algo en común, la escisión de una especie en dos especies diferentes. A este proceso se le llama «especiación». Se produce cuando se da un aislamiento reproductivo entre dos poblaciones. La separación puede deberse a razones geográficas; porque haya cambiado el curso de un río, porque las poblaciones se hayan extendido por regiones geográficas muy distantes. Por cualquier razón una o varias poblaciones pierden contacto genético, es decir, no se cruzan con la población inicial. Si esa situación persiste lo que ocurre es que las mutaciones que surgen en una población no pasan a la otra y viceversa. De forma progresiva se irán haciendo más diferentes genéticamente ya que las mutaciones de una población se irán sumando y extendido a toda esa población pero no a la otra con la cual no pueden tener intercambio genético. A su vez, la selección natural propiciará que gradualmente se extiendan unas mutaciones diferentes en cada medio ambiente (una mutación genética puede ser adaptativa en un medio ambiente pero no serlo en otro) y llegará un momento a lo largo de miles de generaciones que esas poblaciones se conviertan en dos especies totalmente diferentes.

1.3. Origen de los homínidos

Pero la especiación que más nos interesa es la que nos lleva a los homínidos como nueva especie con unas características que les hacen diferentes de sus ancestros:

1.- Piernas y pie: Se dice a veces que la evolución ha empezado por los pies, y, efectivamente, la principal característica diferencial de los homínidos es la bipedación. Esa transformación supuso otros cambios que habían de producirse simultánea o posteriormente. Por ejemplo: el alargamiento de las piernas, el alineamiento del dedo gordo del pie como medio impulsor de la zancada. Todo ello le permitirá andar y correr pero le incapacitará en cierta medida para trepar por los árboles.
2.- Manos: El hecho de andar sobre dos patas dejó más libre las extremidades superiores las cuales ganaron en destreza manual con una mejora del músculo tenar del pulgar.
3.- Cadera: La bipedación también produjo cambios muy drásticos en la cadera. Su estructura anatómica cambió para poder soportar el peso de cuerpo erguido.
4.- Columna vertebral: Evoluciona tomando una forma de ese curvándose en la región lumbar. En su unión con el cráneo la orientación del foramen magnum cambia así como el punto de apoyo que sufre un corrimiento hacia el centro de gravedad del cráneo. De todos estos detalles se sirven los paleontólogos para decidir el bipedismo o no de un fósil.
5.- Cráneo: Se hace más redondeado y más voluminoso, disminuye el prognatismo maxilar respecto de sus predecesores. Efectivamente, la evolución empezó por los pies, pero terminó por afectar a la cabeza.

Los hominoideos no formaban una sola línea sino varias líneas que se van adaptando allí donde van extendiéndose. Una de esas adaptaciones fue la bipedación. Ahora bien, eso no ocurrió de la noche a la mañana sino desde mediados del mioceno (unos 13 millones de años) hasta principios de plioceno (unos 4,5 millones de años o quizá antes), entre el Kenyapithecus y el Australopithecus. Pero de este periodo tenemos muy pocos fósiles e incluso algunos poco estudiados por ser muy recientes.

1.4. En el principio fue el pie

El hombre actual procede del mismo tronco común que los pánidos actuales (gorilas y chimpancés) lo que habría que decidir es cuándo, dónde y cómo se separan esas dos líneas evolutivas. ¿Cuándo? Durante el mioceno o incluso a principios de plioceno. Entre hace 7 y 4,5 millones de años. ¿Dónde? En África, en el valle del Rift. Más difícil es explicar cómo se produce. Se suelen proponer dos grandes hipótesis:
1.- La más aceptada es la que mantiene que las causas de la hominización (bipedación principalmente) guardan relación con los procesos geológicos reactivados durante el mioceno en el valle del Rift. Las formaciones montañosas que delimitan el valle del Rift se fueron elevando y hicieron que el clima de la parte oriental cambiase y se hiciese más seco y, por lo tanto, el bosque frondoso se convirtiese en sabana mientras que al oeste continuase siendo lluvioso y, por lo tanto, boscoso. Esto trajo como consecuencia un aislamiento geográfico y a la vez reproductivo de las poblaciones de hominoideos que quedaron a ambos lados del valle. Paulatinamente los hominoideos que quedaron al este se fueron adaptando a un medio menos boscoso ya que necesariamente tuvieron que bajar de los árboles y, además, andar erguidos. Y si así lo hicieron es porque esta postura les reportaba algún beneficio: por ejemplo, podían ver mejor a sus posibles depredadores por encima de la hierba, recibían menos radiación solar y menos calor del suelo y, sobre todo, les quedaban las manos libres para transportar y manejar objetos. A la vez, la sabana hace que se transforme la dentición al tener que cambiar de una dieta más frugívora (frutas y bayas blandas) a otra más coriácea (tubérculos, raíces, bulbos, tallos). En cambio en el oeste lluvioso los hominoideos evolucionaron hacia los pánidos actuales, los cuales siguen encontrándose en esa zona. Como prueba de esta hipótesis suele citarse el hecho de que al este del Rift no se ha encontrado ningún fósil de los antepasados de los pánidos (gorila y chimpancé). En resumen, la bipedación no podía producirse en un medio forestal porque en ese hábitat no sería adaptativa, sino que tuvo que producirse en la sabana la cual influiría como medio selectivo a favor de aquellos hominoideos que anduviesen erguidos.
2.- La segunda hipótesis, sin embargo, considera posible que la bipedación surgiese en un hábitat boscoso por otras razones diferentes. Por ejemplo, por causa de la ventaja que suponía a las hembras andar erguidas y tener las manos libres para cuidar a sus crías que dependían de ellas durante su larga infancia. Ha aparecido algún indicio que ratifica la posibilidad de que los primeros homínidos bípedos viviesen en los árboles, es el caso del Ardypithecus Ramidus. Sus restos los encontraron al lado de huesos de colobos que son unos monos arborícolas y, además, su esmalte dental es muy fino. De todo ello se deduce que su hábitat era boscoso y su alimentación era a base de bayas y frutos blandos. Habitar en la sabana supondría, por el contrario, un esmalte más grueso para impedir el desgaste. Otro rasgo a tener en cuenta es que sus caninos ya se había reducido, eso nos indica que puede ser ya homínido. No conocemos su cadera y no podemos asegurar, por tanto, que fuese bípedo. [«En un principio era el pie. Hace cuatro millones de años, antes de adquirir el uso de la palabra o de la razón, nuestros antepasados ya caminaban erguidos sobre dos pies. Otros simios conservaban el pie en forma de mano, propio de nuestro común pasado trepador y arborícola. Seguían pues dotados de cuatro manos» M. Harris, Nuestra especie. Ed. Alianza, Madrid 2001, p.11]

Ya claramente bípedos y habitantes de las sabanas son los Australopithecus Anamensis y Afarensis (aproximadamente 4 y 3 millones de años respectivamente). El Afarensis, quizá el más conocido, fue encontrado en 1974 por Donald Johanson en Etiopía. Se trata de una joven hembra que fue bautizada como «Lucy» porque cuando excavaban sonaba entonces la famosa canción de los Beatles «Lucy in the sky with diamonds». Sus rasgos anatómicos son todavía muy diferentes a los nuestros, sus no más de 500 cm3 de volumen craneal, su prognatismo, sus piernas todavía demasiado cortas y sus brazos todavía muy largos la hacían estar relativamente bien adaptada a subir a los árboles. No mediría más de 1,35 m. se asemejaba más a un chimpancé actual que al hombre, sus caninos se habían reducido y su dentición muestra que no es cazador ni mucho menos. Cercano también a nuestra línea evolutiva está el Africanus pero muy pocos están dispuesto a asegurar que el género homo provenga necesariamente de él. Su pelvis se ha hecho más corta adaptándose mucho mejor a la posición bípeda aunque su capacidad craneal sigue siendo pequeña, oscila entre los 400/500 cm3.

De los australopithecus surge una nueva rama de homínidos que se aleja del eje evolutivo humano y termina extinguiéndose, son los Paranthropus: Aetiopicus, Robustus y Boisei. Viven en toda la franja este de África entre hace 2 y 1 millón de años. Se les llama paranthropus porque en realidad vivieron junto al «homo» o quizá enfrentados. Todos ellos son individuos especializados en la medida en que ha desarrollado un potente aparato masticador que les sirve para poder procesar gran cantidad de alimentos vegetales muy duros, grano, raíces, tubérculos, tallos tiernos, etc.

1.5.- La aparición del género homo. El homo habilis

Si el origen de los homínidos es uno de los aspectos evolutivos más difíciles de esclarecer y explicar no lo es menos la aparición del género homo al cual pertenecemos. Se han formulado multitud de hipótesis. Un primer grupo de hipótesis mantiene que el primer homo, el Homo Habilis, deriva de alguna variedad del australopithecus. P. Tobias por ejemplo lo hace derivar del Africanus, D. C. Johanson del Afarensis. Sin embargo, existe un segundo grupo de antropólogos, R. Leakey o F. Facchini, que mantienen, quizá con más acierto, que tanto el género homo como estos australopithecus mencionados derivan de un antepasado común muy anterior. Sea como fuere lo que parece más probable es que el primer homo no aparecería antes de hace 3 o 4 millones de años.

¿Cuáles son los rasgos diferenciales del homo respecto de sus ancestros? Principalmente dos; anatómicamente alcanza un mayor volumen craneal, más de 600 cm3, y culturalmente es el primero que es capaz de fabricar herramientas de piedra. ¿Cuál de las dos alternativas es determinante? «Anaxágoras –nos cuenta Aristóteles– dice que el hombre es el más inteligente de los seres vivos a causa de tener manos, pero lo razonable es decir que ha recibido las manos por ser el más inteligente. En efecto, las manos son un instrumento, y la naturaleza (tal como un hombre sabio) asigna cada cosa al que puede usarla. (Partes de los animales, IV, 10, 687 a). Aristóteles interpreta la naturaleza teleológicamente, dice que ha sabido otorgar manos a quien, previamente, sabe y, por lo tanto, puede usarlas. Sin embargo, la solución aristotélica, como no podía ser de otra forma, es predarwinista, prevalece el Homo Sapiens sobre el Homo Faber. Hoy, desde la perspectiva evolucionista, se puede dar una explicación de por qué o cómo ha crecido tanto el cerebro.

Se han formulado varias hipótesis que explican el notable incremento del cerebro en el género homo. De hecho podríamos decir que su tamaño es el 50% mayor que el de un chimpancé. No obstante, todavía es un tercio inferior al actual, es decir, el otro gran incremento del volumen craneal se va a producir en los últimos quinientos mil años. ¿Cómo pudo crecer tanto el cerebro si desde el punto de vista metabólico es un órgano muy costoso que gasta mucha energía? Perece ser que eso sólo es posible si la dieta es lo suficientemente rica en calorías. Los parántropos no pudieron desarrollar tanto el cerebro, su dieta era totalmente vegetariana. El Homo Habilis y el Ergaster seguramente ya habían pasado a una dieta omnívora. Ahora bien, al hombre sólo le fue posible comer carne porque empezó a utilizar herramientas. He aquí cómo diversos rasgos biológicos, culturales, sociales, etc. que en principio no tenían nada que ver entre sí, van a empezar a confluir y darán como resultado un animal distinto, el hombre como animal cultural.

1.6. Una cuestión técnica

Es evidente, después de los estudios etológicos que se han llevado a cabo durante el siglo pasado, que ni todo lo humano es pura técnica, la técnica no define la esencia humana, ni toda técnica es humana. No sólo el Homo Habilis o el Ergaster fueron capaces de emplear herramientas, sus ancestros seguramente también las utilizaban. El Homo Habilis utilizó un tipo de cultura lítica que se conoce como Olduvaiense o modo técnico I. Estas primeras herramientas, los choppers, eran muy burdas. Eran cantos rodados que se usaban cogiéndolos por el extremo no labrado para golpear por el otro lado con el fin de cortar o machacar. Eran utilizadas como una prolongación de la mano o el puño aunque con una eficacia muy superior porque sirvieron para abrir otra despensa nueva para el hombre, la carne, principalmente la carroña, pues no es probable que fuesen cazadores.

El Homo Ergaster, que por su etimología significa «trabajador», logra un modo más refinado de trabajar la piedra. Es el modo técnico II o cultura achelense cuyos instrumentos, como los del modo técnico I, siguen siendo de gran tamaño pero ahora ya con una estructura perfectamente simétrica, tallados por las dos caras (es la fase de los bifaces) y que requieren un plan de ejecución más preciso con una idea previa muy concreta de lo que se va a hacer. También es posible que el Homo Ergaster manejase útiles del modo I, no es necesario pensar que para que aparezca un cambio cultural importante tenga que aparecer previamente una nueva especie. Morfológicamente se diferencia de sus predecesores por un considerable aumento del tamaño del volumen craneal (800-900 cm3) y un marcado toro supraorbital.

1.7. Más allá de África

Hasta el Homo Ergaster todo el género homo había habitado África. Por primera vez el hombre sale de África, posiblemente por Oriente Medio, y se extiende por el continente euroasiático. En realidad el Homo Erectus es el homo Ergaster que se extendió principalmente por Asia e Indonesia. ¿Y por qué se llama erectus si ya los australopithecus andaban erguidos? La razón es que mucho antes de que se encontrase ningún australopithecus E. Dubois en 1891 encontró un fósil en Java (Indonesia) que lo bautizó como «Pithecanthropus Erectus». En aquel entonces era el primer homínido bípedo que se encontraba. Sus características anatómicas no difieren mucho de su inmediato antecesor africano. Son famosos también los fósiles encontrados en la cueva de Zhoukoudian cerca de Pequín los cuales tienen una antigüedad inferior incluso a hace medio millón de años y, además, parece ser que fueron los primeros en dominar el fuego.

Hasta hace poco tiempo se creía que a Europa el hombre no había llegado hasta hace medio millón de años como mucho. La mandíbula de Mauer era uno de los fósiles más antiguos datada en poco más de medio millón de años. Pero hace unos treinta años se descubren por primera vez huesos humanos en Atapuerca, Burgos, con una antigüedad cercana a los 800.000 años. Eso quiere decir que el hombre había salido de África por lo menos hace un millón de años aproximadamente. También se han encontrado restos muy antiguos en otros yacimientos de Europa: Ubeidiya (Israel), Dmanisi (Georgia) y Ceprano (Italia). Esto nos hace sospechar que la ruta de acceso del hombre desde África haya podido ser a través del Cáucaso.

En Atapuerca, no obstante, se han encontrado restos humanos de dos épocas muy diferentes.
1.- En la llamada Gran Dolina se han encontrado los restos de un homínido con una antigüedad de 780.000 años que se ha bautizado como Homo Antecesor, cuyo nombre obedece a su afán explorador, así como el de los Heidelbergensis y Neandertales. Sus características morfológicas son muy diferentes a las del Erectus o las del Ergaster. Su volumen craneal es muy superior, unos 1000/1200 cm3. La cultura a él asociado es del modo I.
2.- En cambio, en la Sima de la Huesos los restos que se han hallado se corresponden con el Homo Heidelbergensis, de no más de 300.000 años y algunas de sus características ya nos recuerdan a los Neandertales como es el espacio retromolar. Su volumen craneal es muy cercano al nuestro. El famoso cráneo 5 conocido cariñosamente como Miguelón (su descubrimiento coincidió con la época en la que Miguel Indurain ganaba el Tour de Francia) tiene una capacidad de unos 1125 cm3 y una estatura de 1,75 m. y una gran corpulencia que indica que estaba perfectamente adaptado al frío. Su cultura, a diferencia del Antecesor ya es del modo II o achelense.

1.8. Los Neandertales

Los Neandertales estaban más adaptados incluso que sus predecesores al clima glacial que se extendía por toda Europa. A pesar de todo eso no impidió que terminasen extinguiéndose. Por eso el hombre moderno, el Homo Sapiens, es la única especie del género homo existente en la actualidad. Mas aún, la hipótesis más estimada es que fue la llegada del hombre moderno, el Homo Sapiens africano, con el que tuvo de coexistir y competir, la causa de la extinción de primer hombre propiamente europeo, el hombre de Neandertal, pues, efectivamente, fue el hombre que evolucionó en Europa (aislamiento geográfico y, por lo tanto genético), no vino de África.
Sus rasgos anatómicos, su corpulencia, sus grandes fosas nasales para calentar el aire, nos indican que estaba perfectamente adaptado al fío. La regla de Bergmann explica esto. Aquellos individuos que viven en regiones muy frías tienden a tener unas extremidades más cortas y los torsos muy anchos, esa es la manera como el cuerpo conserva mejor el calor. La regla contraria, la de Allen, mantiene que aquellos animales que viven en regiones tropicales tienden a tener unos cuerpos y unas extremidades largas para ayudar a disipar el calor. Podríamos poner como ejemplo paradigmático a los Masai de Kenia frente a la raza mongoloide de climas árticos. Los primeros, así como todas las razas nilóticas, son altos, de extremidades largas y torsos delgados, los segundos, todo lo contrario, sus miembros son cortos y su aspecto «rechoncho». Desde el punto de vista geométrico abstracto es como comparar una esfera con un cilindro. El cilindro tiene más superficie corporal respecto de su volumen, la esfera, por el contrario, es el cuerpo geométrico que menos superficie tiene en relación a la cantidad de volumen que encierra.
Los Neandertales poblaron Europa desde hace al menos 230.000 años hasta hace tan solo unos 35.000 años y fue con toda seguridad su cultura tan avanzada la que les permitió sobrevivir. Ya controlaban el fuego y su industria lítica se conoce como modo técnico III o Musteriense, es la fase, sobre todo, de las lascas. La característica fundamental de este modo de trabajar la piedra era la preparación del núcleo a partir del cual extraían la talla que querían. Eso requería un mayor número de golpes y una mayor planificación hasta llegar al fin requerido.

¿Cómo sería el encuentro y la coexistencia entre el hombre de Neandertal y el hombre de Cro-Magnon u hombre moderno? Sus aspectos serían muy diferentes, anatómicamente el neandertal sería más corpulento mientras que el hombre africano tendrían un aspecto más grácil. Las principales diferencias estarían en el cráneo: su frente más baja y huidiza, un toro supraorbital muy marcado y un mayor prognatismo nasal darían al neandertal un aspecto más fiero que el inmigrante africano. A pesar de todo tendrían un volumen craneal mayor que el del hombre actual, su promedio era de 1500 cm3 mientras que el promedio del hombre moderno ronda los 1350 cm3.

1.9. El hombre actual

¿Cómo y cuándo surge el hombre moderno? Existe una hipótesis difícil de defender hoy que mantiene que distintas especies, sobre todo de Homo Erectus, habrían convergido evolutivamente, a pesar de encontrarse en distintos continentes, dando como resultado las distintas razas de una misma especie, el Homo Sapiens. Esta hipótesis se conoce como hipótesis multirregional. Sin embargo, esta hipótesis no se sostiene a no ser que admitamos una tendencia ortogenética en la evolución humana. Es imposible que distintas especies homínidas por separado y sin intercambio genético evolucionen en la misma dirección y converjan en la misma especie. Es imposible a no ser que admitamos que haya habido cruces entre ellas. Pero si aceptamos que hubo un mínimo intercambio genético entre ellas entonces estamos admitiendo en realidad que se trataba ya de la misma especie, es decir, estamos situados en otra concepción de carácter troncal o conocida como modelo de Arca de Noé. Según este modelo el origen proviene de una sola especie que salió de África. Se han hecho estudios de la variabilidad genética del hombre actual y se ha comprobado que nuestra variabilidad es muy escasa comparada con la de otras especies de primates. Eso quiere decir que procedemos de una familia, clan o población muy reducidos.

A probar esto nos ayuda la genética. Sabemos que nuestras células albergan el ADN en el núcleo y que en la fecundación el óvulo y el espermatozoide aportan cada uno el 50% de los genes. Sin embargo, en el citoplasma del óvulo existe un orgánulo llamado mitocondria que también tiene ADN y este sólo se trasmite por vía materna, no se mezcla, pues el espermatozoide sólo aporta la cabeza, es decir, el contenido del núcleo. El estudio del ADN mitocondrial, aunque ha recibido numerosas crítica pues no es todo lo preciso que pudiera parecer, revela que si el número de mutaciones es pequeño es que el origen de nuestra especie es reciente. Se calcula, con reservas, que no más de 200.000 años. Además la homogeneidad genética de las poblaciones no africanas es muy pequeña, eso quiere decir que todas proceden de un grupo no muy numeroso que salió de África.

Así pues, es muy probable que el Homo Sapiens apareciese en África en torno a hace 200.000 años y saliendo por Oriente Próximo hace unos 50.000 años o más, se extendiese por toda Asia. Allí habría desplazado al Homo Erectus. En Europa terminaría por aniquilar al Neandertal hace unos 35.000 años. Llegó incluso a Australia navegando hace entre 50.000 a 40.000 años y a América por el estrecho de Bering, andando, siguiendo algún animal migratorio seguramente, no hace más de 20.000 años. El género Homo, entonces, se habría extendido fuera de África al menos dos veces, una hace aproximadamente millón y medio de años, que habría dado como resultado en Asia al Homo Erectus y al Homo Antecesor en Europa, y la última, la del Homo Sapiens, hace unos 200.000 años y que terminó aniquilando o reemplazando a sus ancestros.

Mientras en Europa el Homo Antecesor evolucionaba hacia los Neandertales, en África estaba naciendo una nueva especie, nuestra especie. Somos, pues, desde el punto de vista evolutivo africanos. Esta última hipótesis viene confirmada en primer lugar por los fósiles hallados. El cráneo de Jebel Irhoud descubierto en Marruecos, el cráneo Broken Hill en Zambia, Eliye Spring en Kenya, Omo Kibis en Etiopía, etc. En todos ellos se aprecia un claro aumento del volumen craneal, más de 1300 cm3 y unas caras gráciles muy parecidas a las nuestras. Aunque el modo técnico IV no aparece asociado a este Homo Sapiens arcaico sí que guarda relación con el Homo Sapiens moderno que se extiende pro todo Europa. En los yacimientos se nota una sustitución rápida de unos útiles por otros, lo que quiere decir que el que traía la nueva cultura era un advenedizo, un inmigrante con una cultura superior que termina aniquilando a los neandertales y a su cultura musteriense. El modo IV o cultura auriñaciense es la fase de las hojas alargadas y estrechas que después se transforman en una gran variedad de útiles, no son como los instrumentos de los modos técnicos anteriores que un mismo instrumento valía para todo, ahora se diversifican las herramientas, una para cada cosa.


ACTIVIDADES

I. COMENTARIOS DE TEXTO:

Cualquier capítulo, apartado o fragmento significativo puede ser comentado, debiendo aclararse 1) los conceptos fundamentales, 2) el significado del texto en su contexto general y 3) el problema que subyace al problema planteado.

II. RESÚMENES Y ESQUEMAS

El tema completo, junto con cada temática diferenciada, ha de ser resumido, teniendo en cuenta los distintos apartados. En paralelo a los resúmenes, algunos esquemas de las ideas fundamentales que se van desplegando acabarán por fijar lo fundamental de los contenidos.

Esquemas especialmente señalados:

1) El espacio antropológico.
2) Historia de la teoría de la evolución.
3) De la evolución cosmológica a la zoológica, con su cronología.
4) Árbol genealógico de los primates al homo sapiens, con su cronología.
5) Matriz con los australopitecos y con los tipos de género homo y sus características distintivas.

III. CONCEPTOS Y AUTORES

III.1. Conceptos que han de ser definidos aisladamente o puestos en la relación conveniente:

Instituciones y cultura. Espacio antropológico. Eje radial, eje circular y eje angular. Principio antrópico. Fijismo. Evolucionismo. Lamarckismo. Darwinismo. Lamarckismo/Darwinismo. Neodarwinismo y teoría sintética. Evolución cosmológica. Especie. Primates. Simios. Hominoides. Homínidos. Australopithecus. Homo habilis. Homo ergaster. Homo erectus. Homo antecessor. Homo heidelbergensis. Homo neanderthalensis. Homo rhodesiensis. Homo sapiens. Fechas: formación del universo, formación de la Tierra, aparición de los mamíferos, de los primates, de los homínidos y de los distintos géneros homo. Modo técnico I. Modo técnico II. Modo técnico III. Modo técnico IV. Racismo. Naturaleza/Cultura. Hominización y humanización.

III.2. Autores y corrientes a identificar y glosar: Linneo. Buffon. Lamarck. Darwin. Mendel. Teilhard de Chardin.


IV: TEMÁTICAS (han de ser desarrollos completos, hilvanados y argumentados sobre el tema propuesto):

1) La evolución desde el primate al homo sapiens: hitos evolutivos, cadencia cronológica, proceso diferenciador de los homínidos y proceso diferenciador en los distintos género homo, características de la hominización y el despegue hacia la humanización.


V. CREACIÓN FILOSÓFICA.

Reflexión sobre qué es el hombre, planteada en la línea fronteriza entre el animal y el humano, recorriendo sus similitudes y sus diferencias, y planteando puntos críticos de conflicto.

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